Cuando la vida nos cambia radicalmente, debemos ser conscientes de que resulta imposible recuperarla y volver a reconstruirla tal y como era. Su fragilidad se nos hace más impresionante, más consciente de lo normal, pero es sólo un despertar nuestro a la esencia de la vida misma, a la propia esencia.
El cambio es ley de vida, nos sorprenda más o menos, nos dé miedo, nos alegre, nos libere, nos destierre, nos destruya, nos bendiga, nos madure, nos destrone, nos sonría o nos inmortalice en la memoria de los tiempos.
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